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- Buenas tardes, señora.
- Hola muchacho - respondió ella. ¿ No tienes miedo de mi. ?
La pobre anciana estaba muy arrugada y no tenía dientes. El muchacho dijo que no. La anciana se puso muy contenta e invitó al muchacho a merendar. Le contó que de joven había sido un hada buena, pero cuando se había hecho mayor todo el mundo, sin preocuparse en conocer la verdad, creyó que era una bruja, y no podía ir a la ciudad.
Ya se había acostumbrado a vivir sola en aquella cabaña, pero siempre le gustaba pensar que algún día alguien entraría a verla. Y así fue.
Como el muchacho fue tan amable con ella, le dijo que le pidiera un deseo, pues se lo concedería. Y el muchacho de buen corazon viendo a la anciana tan contenta por su visita le pidió que su jardín se convirtiera en un parque infantil para niños.
Y asi fue, todos los niños jugaban allí y la anciana les hacia la merienda, siendo muy muy feliz al saber que la gente ya no le tenía miedo. Y todo el mundo la llamaba cariñosamente la bruja cocinera.
Ya se había acostumbrado a vivir sola en aquella cabaña, pero siempre le gustaba pensar que algún día alguien entraría a verla. Y así fue.
Como el muchacho fue tan amable con ella, le dijo que le pidiera un deseo, pues se lo concedería. Y el muchacho de buen corazon viendo a la anciana tan contenta por su visita le pidió que su jardín se convirtiera en un parque infantil para niños.
Y asi fue, todos los niños jugaban allí y la anciana les hacia la merienda, siendo muy muy feliz al saber que la gente ya no le tenía miedo. Y todo el mundo la llamaba cariñosamente la bruja cocinera.
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